Los docentes y escritores marplatenses explican en su clase 18 la técnica del monólogo interior o fluir de conciencia a partir de "Madame Bovary", el "Ulises" y "El limonero real".
Por Emilio Teno y Mariano Taborda
La representación del pensamiento de los personajes en la literatura hasta fines del siglo XIX y comienzos del XX no tuvo grandes modificaciones. Cuando el texto daba cuenta de lo que pensaba un personaje en forma indirecta no había ningún problema (“pensó que debería ir a visitar a Miss Rampling”, “toda la tarde estuvo pensando en cómo lo haría”) pero cuando se imponía la forma directa el pensamiento no difería demasiado del parlamento común y corriente. Pongamos por caso el de Héctor antes de la batalla, cuerpo a cuerpo, con Aquiles en el canto XXII de la “Ilíada”:
“Mas ¿por qué en tales cosas me hace pensar el corazón? No, no iré a suplicarle; que, sin tenerme compasión ni respeto, me mataría inerme, como a una mujer, tan pronto como dejara las armas. Imposible es conversar con él desde lo alto de una encina o de una roca, como un mancebo y una doncella: sí, como un mancebo y una doncella suelen conversar. Mejor será empezar el combate, para que veamos pronto a quién el Olímpico concede la victoria”.
Si ese discurso en lugar de estar en la “cabeza” de Héctor fuese dirigido a un interlocutor no encontraríamos ninguna diferencia. Durante el siglo XIX comenzaron a plantearse diferenciaciones entre el personaje y el narrador (casi siempre omnisciente y todopoderoso), uno de los casos más relevantes es el uso del estilo indirecto libre en “Madame Bovary”. Hay un narrador en tercera pero se filtran algunos pensamientos de Emma sin que la voz se anuncie:
“Abandonó la música. ¿Para qué tocar?, ¿quién la escucharía? Como nunca podría, con un traje de terciopelo de manga corta, en un piano de Erard, en un concierto, tocando con sus dedos ligeros las teclas de marfil, sentir como una brisa circular a su alrededor como un murmullo de éxtasis, no valía la pena aburrirse estudiando. Dejó en el armario las carpetas de dibujo y el bordado. ¿Para qué? ¿Para qué?”.
La representación psicológica de los personajes tuvo un giro abrupto a partir de las ideas freudianas y el cambio de paradigma filosófico que supuso más tarde la gran influencia en las vanguardias de los primeros años del siglo XX. La idea de lo inconsciente, de que los personajes son “hablados” por su deseo. La técnica del ‘Stream of consciousness’, fluir de la conciencia o monólogo interior supone otro tipo de representación de la relación entre la mente y la realidad de los personajes. El pensamiento empieza a adquirir una gramática y una organización (o mejor dicho, una desorganización) particular y, también, empieza a reflejar el carácter revulsivo de aquello que no ha pasado por la criba del discurso social. Es decir que son palabras íntimas, fragmentarias. Uno de los ejemplos más famosos es el monólogo de Molly Bloom en el capítulo XVIII del “Ulises”:
“solo Dios sabe lo que hace que yo no lo sé y voy a tener que andar trasteando abajo en la cocina para tenerle preparado a su señoría el desayuno mientras que él está enroscado como una momia acaso lo voy a hacer tú me has visto alguna vez corriendo ya me gustaría a mí verme de esa manera les haces caso y te tratan como basura no me importa lo que nadie diga sería mucho mejor que el mundo estuviera gobernado por las mujeres que hay en él no se vería a las mujeres matándose unas a otras ni aniquilándose cuándo se ha visto alguna vez a las mujeres dando tumbos borrachas como ellos hacen o jugándose hasta el último céntimo y perderlo en los caballos sí porque una mujer haga lo que haga sabe dónde parar seguro que no estarían en el mundo si no fuera por nosotras no saben lo que es ser mujer y madre cómo podrían dónde estarían todos ellos si no hubieran tenido una madre que los cuidara cosa que yo nunca tuve por eso es por lo que supongo que anda como loco ahora saliendo por las noches abandonando sus libros y sus estudios y no viviendo en casa porque es la típica casa de tócame roque bueno supongo que es una pena lamentable que los que tienen un buen hijo como ése no estén satisfechos y yo ninguno no fue él capaz de hacerme uno no fue por culpa mía nos arrimamos cuando yo estaba mirando aquellos dos perros encima y por atrás en plena calle ya ves aquello me descorazonó completamente”.
Los precursores de esta técnica (Virginia Woolf, William Faulkner, el propio Joyce) dinamitaron el lugar del narrador-dictador decimonónico para ir hacia el adentro de los personajes y mostrar ese desfasaje entre el mundo interior y el afuera. En la literatura argentina la influencia de las vanguardias literarias tuvo su repercusión casi inmediata. En Borges, Marechal, Filloy entre otros tenemos ejemplos del uso del fluir de la consciencia. Ya en los 60, quien hizo de estas técnicas dialógicas un estilo fue Manuel Puig. Por último pondremos un ejemplo de “El limonero real”, novela de Juan José Saer, narrada en tercera persona pero que tiene un movimiento hacia el interior de Wenceslao, su protagonista, en el que la representación del caos de la cabeza en funcionamiento no otorga ninguna concesión al afuera:
“Hay algo que me mira desde el arcón, pero no alcanzo a ver bien. Arriba las mariposas blancas zddzzzz zac zddzzzz zac. No esnoy neguno. Nanece qunena auno nenacón neno nesnoy neguno. Está sentado en el cómo se llama. Me mira ahí sentado en el cómo se llama y más acá están las dos igualitas con los balones negros descoloridos y el pelo negro descolorido, una seca en el borde de la cama, la otra chorreando agua en la silla. Alguno sentado también, cómo se llama mirándome. Arriba mariposas blancas zddzzzz zac zdzzzz zac. Las dos mariposas negras grandísimas se mueven al mismo tiempo que las blancas. Ahora se me borra otra vez todo. Ahora abro los ojos otra vez y veo el farol, pero no las mariposas blancas. Las mariposas negas gandísimas se mueven negadas al necho y a la nared. Zddzzzzzzzzzz. Ahora se me borra todo otra vez zdddzzzzzzzz. Todo borrado. Nono nonado. Enanan nenadas nas nos nuna nene none nena nana na ona none nanina. Nanién nanuno nenado nenacón. Nenado nenacón. Zac zac zaczac zddzzzz zddzzzzzzz zac zac zddzzzzzzzzzzz zac-zaczac zddzzzzzzzzzzzzzz zzzzzzzzzzzzaaaac zzzaaaaaaaaac Zddzzzzzzzzzzzzzz aaaaaaaaaaaaaaa aaaa aa a a agth agth srkk srkk aaaa aaa agtth srk srk agth agth ark srik srik ai ai agth aaagth aaagth ai aaí aaaaí. Era un solo ver agua. Agua y después más natía. Más nada. Aparece en eso una islita. Apenas vea si usté podía hacer pie de tan chiquitita que era. Cabía a lo más uno solo parado, derecho, y sin moverse porque sino se iba al fondo. Y pura agua alrededor. Aparte de eso, más nada. Más nada”.
Lecturas:
“La Ilíada” de Homero
“Madame Bovary” de Gustave Flaubert
“Ulises” de James Joyce
“El limonero real” de Juan José Saer
Ejercicio de escritura:
Escribir un texto de ficción en el que se aplique la técnica del monólogo interior/fluir de la conciencia para representar la interioridad de, al menos, un personaje.
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